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Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

De vuelta

De vuelta

Cuando una pareja llega a la habitación de un hotel, indefectiblemente, la mujer, lo primero que hace nada más poner la maleta contra la pared es mirar los baños, contar las toallas, ver si la ducha está limpia y abrir los armarios. Luego deja el bolso. Entretanto, el hombre se tumba en la cama y pone sin pudor los pies calzados sobre la colcha. Coge el mando a distancia y, uno por uno, recorre todos los canales de la televisión anunciándolos en alto a la chica: la RAI, una alemana, esta es portuguesa, una de moros, la autonómica... La tarea acaba al llegar a Eurosport, haya lo haya: sumo, curling o billar. Si no, se para en la CNN y se queda mirándola sin entender un pijo de inglés. En caso de no haber canales vía satélite, pone el Tour.

Llegué anoche de Barcelona. Tenéis que ir o volver. Ahora, trabajad. Yo sigo de vacaciones.

Hasta el jueves (o más)

Hasta el jueves (o más)

Me voy a Barcelona. Estoy de vacaciones, aunque paso de vez en cuando la penitencia de la pajarita y el delantal, y no pienso dejar escapar un mes entero de piscineo, música, libros, salir y tocamiento de huevos lascivo. De momento, empiezo por visitar el gigante supositorio con luces, la catedral de nunca acabar y otras cosas que no recuerdo que puedo ver. Por cierto, pisaré la playa tras muchos años de asfalto y cristal.

Sólo he estado dos veces en Barcelona. De lo único que me acuerdo de la primera vez es que coincidió justo con el partido que le dio la Liga al Madrid de Valdano. Recuerdo los goles de Amavisca y Zamorano, aunque se me escapa quién metió el del Deportivo -¿Manjarín? ¿Aldana? ¿Fran? Un café para el que acierte-. Un madrileño, del Real, en Cataluña, el mismo día que su equipo gana la Liga. Recuerdo que ABC, en el especial que hizo sobre los campeones, reseñaba que Guti -en el C por entonces- sería la siguiente perla de la cantera que despuntaría, algo que Raúl consiguió entonces. Ése periodista acertó su quiniela once años después.

La segunda vez fue en primero de carrera. Fui con mis tías y mi hermano a ver a Paul McCartney al Palau. Sólo estuve un día y me quedé con ganas de más. Ahora tengo tres días y espero pasármelo como un enano. Ya os contaré cuando vuelva. Espero que aprovechéis mi ausencia para salir a flote en vuestros trabajos, actualizar los blogs -que algunos huelen mal-, echarme de menos, llorar mi partida y anhelar mi vuelta como fieles Penélopes.

Tres minutos y medio

Tres minutos y medio

Cada vez estoy más contento por no haber escrito ninguna buena canción, una de esas que dirías cuando el entrevistador te pregunta cuál te hubiera gustado componer. Tengo la certeza de que Bob Dylan ya no disfruta Like A Rolling Stone, lo mismo que a Jeff Tweedy le cuesta cada vez más cantar Jesus, etc., o lo que le pasa a Jim James cuando arranca las primeras notas de Golden. Llega un momento en que esa canción no les satisface como la primera vez que les vino la idea. Pero los que los escuchamos sí tenemos ese mismo momento de enajenación, al menos de vez en cuando, cuando surgen de la nada algunas melodías mientras sientes que el sol arranca la piel de tu espalda poco a poco, como un rallador de queso rasga la pieza y la convierte en minúsculas tiras blancas. Da igual lo que pase alrededor. Has encontrado el oasis en el desierto. Nada te saca de la espiral, ni los que te acompañaron a la piscina, ni las chicas en bikini, ni las que hacen top less, ni los que gritan, ni los pies que pisan al lado de tu cabeza. Estás atrapado, al menos, durante tres minutos y medio, como si dosificaras la violencia de un orgasmo durante ese tiempo y se convirtiera en una dulce y suave corriente continua desde los oídos hasta los pies.

Erecciones en el autobús

Hoy he entendido a Patch. Hasta hace poco tiempo, me costaba comprender por qué los viejunos -que no viejos- hacen cosas raras en los momentos más insospechados.

Últimamente estoy teniendo suerte cuando cojo el 61 o el 16. No me encuentro con ex compañeros de colegio a los que no me apetece ver y tengo que saludar por cojones. Cuando consigo evitarlos, salgo del autobús con dolor de cervicales por haber estado mirando al suelo o hacia la ventana con un insano escorzo de cuello.

Iba yo esta mañana en el bus con una empanada mental de pollo, pimientos y cebolla, cuando se ha puesto a mi lado un viejete vestido de gañán veterano. El pobre no controlaba mucho su cuerpecillo, se pegó demasiado a mí y estaba algo incómodo, o eso creía yo, porque no me estaba dando codazos para colocarse, sino para llamar mi atención -yo iba con los cascos-. Le he mirado y, sonriente, él me ha enseñado una postal de una morena abierta de piernas, enseñando su suculento plato de conejo al ajillo. He suspirado -no eran horas- y el viejete se ha quedado mirándo la imagen, como si fuera una virgen, pero no la de los cristianos.

Era mi parada ya, así que le he pedido hueco para salir y no he podido evitar ver la tremenda erección que ocultaba en su pantalón. Igual que cuando te dicen que no mires algo y vas tú y iras, he visto que su cipote estaba erguido como la bandera que cuelga de la fachada de un edificio. Un escalofrío ha recorrido mi espalda y ahora, al recordarlo, me sube un gusanillo por el esófago...

Zapatillas

Zapatillas

Estoy a sólo una jornada laboral de tener vacaciones. Supongo que todo aquel que trabaja durante el año merece luego un descansito, un tiempo en el que nada de lo que te paga los discos y las copas -porque no me llega a más- te molesta. Así me veo, un domingo por la mañana, con sueño y con pocas ganas de escribir.

Espero que durante estos días no se me vayan las neuronas de vacaciones. Ejercitarlas es el único deporte sano que hay. Me río siempre del tópico que reza que el deporte es salud. Reaparece en mi cabeza el niño de 12 años, judoka, futbolista y baloncestista, sosteniendo su rollizo cuerpo sobre dos muletas, con una pierna más hinchada que la otra porque la lleva vendada desde la ingle hasta el tobillo. Eso era hacer deporte, pero no era salud.

Quizás, lo mejor que le pasó por aquellos años a ese chaval fue tener una guitarra entre las manos. Dejó de hacer deporte al poco de empezar a tocar. Ensayaba con un grupo en su colegio, a la misma hora a la que solía tener sus partidos de baloncesto. Algunas veces veía jugar a sus ex compañeros, pero no tenía ganas de cambiar una cosa por otra.

Ahora, ni toca, ni hace deporte. Se toca -aunque eso ya lo hacía- y trabaja en la sección de deportes de un periódico. Es algo parecido a una greguería, pero con un humor más negro, pues la degeneración es patente y apenas tiene hueco para maniobrar y cambiar. El otro día, comentaba con su hermano que tenía la solución para hacer deporte y cambiar la trayectoria: comprarse unas zapatillas, puesto que sentiría remordimientos y les daría uso.

Todavía no lo ha hecho, tranquilos.

**No, no éste no es el caso de Álvaro Benito, aquel que salió de la cantera del Madrid con Raúl y que luego fundó los infames Pignoise.**

Artículo sobre el verano: beneficios, perjuicios, consecuencias y seguir creciendo con Neil Young

Son las doce de la mañana en el momento en que empiezo a escribir, he abierto las contraventanas y he puesto un disco de Neil Young, de los tranquilos. La mezcla de sudor y desodorante empieza a molestarme en el sobaquillo. Me palpo y lo noto. Me ha salido un bultito. Es verano. Espero que no me dé problemas. Algunos me han causado fiebre, y todo, por lo que tuve que tomar antinflamatorios para reducir su tamaño. Éste, creo, va a durar un telediario de Sánchez Dragó.

Sí, es verano. Los chavales han acabado las clases y se van a la playa. Los de Universidad terminan exámenes, o ya están de vacaciones pensando lo que tienen que estudiar para septiembre. Yo no. En muchos aspectos, estoy aparcado en el limbo y nadie va a venir a multarme, hasta que vea caer las primeras hojas de los árboles y vuelvan las largas noches blancas.

El verano significa mirar atrás, es recodar buenos tiempos pasados, y madurar es aceptar poco a poco que nunca van a volver. Ya no volverá el primer canuto y ni siquiera recuerdo el último. Como tampoco espero ni me espera esa chica que un año más tarde fue la reina de las fiestas del pueblo. Lo último que supe de ella es que se compró un piso con su novio. Ya sabes: luego trabajo, hijos y reuniones del APA cuando no tienes ni treinta

Tampoco va a estar mi abuela. No he escrito sobre este tema en el blog, y creo que no debo hacerlo, pero no lo puedo pasar por alto si de verdad quiero reflejar el paso del tiempo. No son pocos los recuerdos. Ojalá hubiera alguna manera de traer a este mismo momento el olor de una de sus paellas... En seguida me viene su voz y el patio con el techo de parra. Las hortensias rosas que crecían, la pared de cal blanca desconchada por mis balonazos, la vieja manguera amarilla, una virgen oxidada en la esquina, un oscuro agujero inservible bajo la escalera de piedra del patio, el garaje de las bicicletas -el estudio del pintor- y mi abuelo regando en camiseta interior. Los días en que mis padre y hermanos venían a comer. Parece que pasa por la ventana el ruido del motor de esa ranchera Peugeot 505. Los tres sabíamos que habían llegado por el sonido de ese coche en el que hicimos tantos viajes a la playa, la sierra, Makro, el pueblo de mi padre... Daba la vuelta en la esquina y aparcaba en el lado de nuestra casa. Yo era el primero que abría el portón verde y salía a recibirlos. Después aparecían mis abuelos. Él, con un Ducados en la boca. Ella, con el mandil.

Ha cambiado tanto el pueblo. Derribaron la casa y construyeron un edificio de tres pisos para la familia que nos alquilaba la planta de abajo. La primera vez que vi el solar, hace cuatro o cinco años, tuve que morderme los labios. Los edificios de alrededor son nuevos. Las casas de una planta han desaparecido y los patios son ahora plazas de garaje. No estoy en contra de tirar casa viejas y hacer otras nuevas, pero creo que nada puede igualar el bienestar de sentarse a ver el Tour a las tres de la tarde en aquel viejo patio de piedra y parra.

Ahora me conformo con Neil Young, el aire acondicionado y una cerveza fresquita dentro de un rato. Llamar por teléfono, quedar esta tarde y dar una vuelta viendo, poco a poco, cómo en Madrid se quedan los ladrones y las prostitutas. Claro, y los que no tienen vacaciones.

De fútbol

De fútbol

No quiero irme a preparar la comida sin antes hablar de fútbol. Es el segundo post que escribo en la mañana, así que podéis haceros una idea de lo ocioso que estoy. Ahora estoy escuchando Feast of Wire, de Calexico. Cada vez me gusta más. Pero no voy a seguir por ahí.

En lo que llevamos de verano, y a pocos días de que algunos equipos empiecen la pretemporada, el Real Madrid no tiene entrenador. Hacer del fichaje de un entrenador un culebrón es el colmo de los colmos, futbolísticamente hablando. Ya te has ganado la enemistad de otro club, si es que alguna vez Ángel Torres quiso ser amigo si no presidente en Concha Espina. Peor le va todavía al Real Madrid fuera de España. Entra como un elefante en una cacharrería cuando va a hacer un fichaje. Encarece los fichajes sólo por la forma en que negocia y todos se le suben a las barbas para sacar una tajada que rara vez es negada. Además, se llena los bolsillos de enemigos: el Arsenal lo critica por haber tocado a Wenger y Cesc; en Milán, tres cuartos de lo mismo; a este paso, con el Inter -un equipo con el que no se han mantenido malas relaciones- va a pasar lo mismo por Adriano -pudo haberlo fichado Valdano- y Chivu.

Todo lo contrario que el Barcelona. Llega en silencio y se lleva lo que quiere. Seguro que al Real Madrid le hubieran cobrado mucho más por Henry. Por cierto, un fichaje de lo más interesante. Simplemente, lo han contratado para ponerle competencia a Ronaldinho, no como un sustituto. Él brasileño ha jugado por decreto y, aunque ha respondido, no ha colmado las expectativas.

El Atlético ha hecho bien vendiendo a Torres y Torres ha hecho bien en irse del Liverpool. Lo malo de los reds es que no han encontrado un delantero bueno desde que Owen se fue al Real Madrid. Es una maldición y el Niño puede no soportar la presión. ¡Tiene 23 años! A mí me parece que lleva jugando toda la vida, pero tiene mi edad. Si a su edad no explota con todo lo que lleva dentro, podría acabar siendo uno de los grandes fiascos del fútbol español. Y eso que yo no me fío mucho del delantero español, una especie rara que lo mismo te hace bien un año como te deja tirado el resto de su contrato. Llegan para sustituirlo Forlán y Luis García. Dos buenos, muy buenos, fichajes. Sin duda alguna. Son jugadores experimentados en competiciones internacionales que, casi siempre, han rendido a un buen nivel. Este año, si las cosas no se tuercen más todavía, el Atlético sí que puede estar entre los grandes. Vaya, esto último me suena...

Cómo pasar una mañana escribiendo uno de los posts más largos que recuerdo haber escrito

Cómo pasar una mañana escribiendo uno de los posts más largos que recuerdo haber escrito

Soy como Marcel Proust. Y no por ejercer de pésimo y desquiciado cronista de la vida que me ha tocado, sino porque me paso la vida enfermo. En la madrugada del martes al miércoles me desperté de repente sudando como un pollo asado -eso sí, sin el palo que los atraviesa de Atlanta a Detroit- y en medio de un delirio febril que me empujaba a conectarme a Internet para corregir unas cosas del trabajo. No he levantado cabeza, pero los efectos de chupar la sudoración de un sapo imaginario me abandonaron como cuando se te pasa el colocón de diez cervezas torrado bajo el sol. Me queda un picor en la garganta, placas de pus al fondo de la boca y un dolor de cuello que no se ha solucionado hoy volviendo a acostarme con la segunda que más me gusta: mi cama.

Quiero volver a Proust. Ya que estoy algo febril y delirante, aprovecharé para ejercer algo de deporte genital imaginario -¿nunca habéis pensado que masturbarse es a follar lo mismo que correr en la cinta a salir a correr por la calle?-. Este pobre hombre estaba obsesionado con el tiempo por su delicada salud, que se lo llevaría al otro barrio con 51 tacos. Hubiera sido curioso conocerle. Me lo imagino entrando en las fiestas refinas solito o como el primo que va a todas las bodas con su madre, el que sale poquito de casa o lo hace sin compañía. El pardillo que es así porque salió de la garita materna algo antes de lo recomendado, aquél al que todos, al ver entrar, reciben con una media sonrisa y un comentario a la solapa: "Ya está ahí ése". Sí, también me lo imagino con mal olor y granos por la cara, callado, tímido, y habitual de la pajillerización en los momentos de soledad.

Pero este retrato no le hace justicia. Es un privilegiado. En un mundo de las ideas, sería un tremebundo mamut intelectual en medio de ingenuos pavos reales. Se sabe superior a todos y cada vez que abre la boca se la cierra a alguna putita viejuna con clase y pasta pero poco cerebro. Además, tiene éxito entre algunas mujeres, aunque luego no le vaya del todo bien -no me meto más en este tema-.

El problema más grave que tiene es el tiempo. "¡Vaya problemón! Y yo con estos pelos...", seguro que alguien piensa. Es como el que va al río a cribar arena y no para de encontrar pepitas de oro. Encuentra una y se cree el tipo más rico. Decide coger otro montoncito y moverlo sobre el filtro como el que haría unos huevos revueltos en una sarten sin mango. Encuentra otra pepita tras mucho revolver y se anima. Luego pone un límite tras el cual volverá a casa. Diez pepitas, por ejemplo. Tarda mucho en llegar a ese número y no queda satisfecho. Decide seguir, como un ludópata enganchado a la tragaperras. Encuentra algunas piedras de oro grandes como puños, otras pequeñas como legañas, pero no sigue sin saciarse. Tiene un gran saco hasta arriba de pepitas de oro, no se detiene y, a medida que pasan los días, se anima más cada vez más. Y es que el río es una auténtica mina. Podría tirarse toda la vida buscando y encontrando.

Eso es más o menos lo que hace Proust. Bucea en su memoria, unas veces por iniciativa, otras veces por imperativo de sus propios recuerdos, traídos a la superficie por una acción ajena e involuntaria sobre alguno de sus sentidos. Escribe y escribe, relata con suma perfección y detallismo sucesos de tiempos pasados, pero que le resultan cercanos y precisos en el momento en que los trae al presente. Así pasan páginas, muchas, y podrían haber pasado más. Acabó su novela -y escribió la mayoría- postrado en la cama, enfermo y obsesionado con dejarlo lo más acabado posible. Los dos últimos volúmenes están llenos de notas al pie de página que recogen notas sueltas manuscritas que dejó desordenadas. Éstos dos fueron publicados después de muerto.

Bueno, creo que después de este panegírico castrístico, me pasaré a la música. Estaba escuchando I'm wide awake and It's morning, de Bright Eyes. Qué gran disco. Es pop, es rock, es cantautor, es country... Muy completo, vaya, pero por encima de todo, tiene grandes, grandísimas canciones. Me lo perdí en su momento, pero nunca es tarde para descubrir grandes obras. Si no, que se lo digan a Proust. Cuidaros mucho.

Noches de verano

  El camión de la basura es horrible. Son las tres y veinte y acaba de parar en mi ventana, cuatro pisos más abajo. Como un Transformer pestilente, estira sus brazos mecánicos poco engrasados y agarra un cubo. Lo vuelca sobre sus fauces trituradoras y me despierta. Es el fin. La guerra ha llegado. Botellas de cristal chocan violentamente unas contra otras y se rompen bajo el paladar mecánico. Su viejo motor de gasolina no para de sonar. Se oyen gritos y risas antes de volver a emprender la marcha y montar el mismo escándalo cinco metros más arriba.

  Para cuando lo oigo como una lejana interferencia, me doy cuenta de que hace mucho calor. Estoy empapado de sudor y vuelvo a sentir lo incómodo que es dormir en una cama veinte centímetros más pequeña de lo que necesitaría. El camión ha triturado una hora de sueño, pues la neblina del duermevela no me terminó de empujar bajo la losa del sueño cuando pasó a hacer su ruidosa -aunque, reconozco, imprescindible- tarea.

  Lo siguiente que hago es levantarme, ir al baño, aliviar el cosquilleo de la entrepierna no un chupito de pis, beber otro vaso de agua y quedarme como el dos de oros hasta que el camión, que ya ha dado la vuelta en la rotonda que hay treinta metros más allá, vuelva a montar la fiesta en la cercana acera de enfrente. Hasta mañana, basureros.

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  Veinte minutos más tarde, una mujer empieza a dar gritos. Hay un coche parado con el motor en marcha y se oye un portazo. No se entiende lo que dice. Habla en voz muy alta, discute con alguien. Toda la calle la oye. Toda. Podría apostar a que sé quién es, pero no me atrevo. En este barrio nos conocemos, pero no tan bien.

  Al poco, otro coche se para. Lleva las ventanillas bajadas y despide reguetón a todo trapo. Me imagino un grupo de sudamericanos, vestidos con camisetas blancas sin mangas y los brazos tatuados. O puede ser un grupo de zorras pijas volviendo a casa. Quizás son los últimos homosexuales, los más orgullosos. Se va, pero me deja los oídos bien abiertos. No hay nadie en la calle, pero ésta está hablando. Hay otro coche circulando lejos, no se le ve por la ventana, pero el rumor de su motor se escucha como el estruendoso discurrir de una cadena de montaje de piezas metálicas. Se nota su respiración, pero no lo veo. La estela sonora de su marcha rebota en las casas y se cuela junto al calor por mi ventana.

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  Tengo que intentar dormir otra vez. Me doy la vuelta, pero el aire me hace cosquillas en los pies. Está moviendo sin cesar algo. El molesto roce me pone nervioso. Es el momento, tengo que volver a escribir. Coger el bolígrafo, un papel cualquiera y secuestrar el momento, ahora que he sudado el sueño y la pereza.

  Es un gran relajante. Afloran en mi cabeza las historias que contaré, y eso me va haciendo feliz poco a poco, a la vez que me conduce suavemente hasta el sueño.

Hedonista y vanidoso

Hay quien no se levanta los lunes por la mañana jodido. Hay quien está deseando que se acaben las tardes de domingo, ésas en las que los cines están repletos de mileuristas con resaca. Sí, hay gente rara que ama los lunes por la mañana, cuando hace café, pone un disco, enciende el ordenador y deja que pasen las horas escribiendo posts tan inútiles como éste.

Dos días después, Pedro no tiene resaca. Por fin. Tiene la cabeza despejada como el cielo que ve por la ventana. Incluso se plantea la opción de tumbarse en el sofá a leer la revista que se ha comprado esta mañana y dejarse asaltar por un sueño furtivo antes de comer. Pero Pedro no gana mucho. Si algún día quiere independizarse o ahorrar algo de dinero, tendrá que trabajar por la mañana. Lo sabe, le preocupa, pero ahora no. Ahora quiere estar tranquilo y olvidar que ayer estuvo trabajando hasta tarde.

**Últimas notas: The Transfiguration of Vincent, de M. Ward y Easy Tiger, de Ryan Adams. Ya os contaré más. Del primero, sólo digo que cuanto más lo escucho, más me gusta. Del segundo, que no ha hecho su mejor disco, pero sí algunas de sus mejores canciones**

Cómo molan los Rolins

Cómo molan los Rolins

  Un concierto de los Rolling Stones es una quedada guay del Paraguay. Da igual que no te sepas más de cinco canciones ni que no seas capaz de decir el nombre de dos discos. Te gustan los Rolins. Te dejas casi 70 mortadelos en la entrada sólo porque te gustan, porque son los mejores. Y dices que ha sido el mejor concierto de tu vida.

  Luego coincides con tus amigos en que su mejor canción de la noche ha sido Satisfaction y que ha sido la polla el comienzo, con Start Me Up. Pero ni te suenan Dead Flowers o Street Fighting Man. Qué más da, a ti te molan los Rolins, la parodia que has hecho de los Rolling. Ya eran eso cuando fui a verlos.

  Por eso Dylan se reinventa cada noche. También es la razón por la que Elvis Costello no hace dos discos iguales. Eso, y el dinero, claro.

Politizar el folleteo

Politizar el folleteo

  No me gusta la cabalgata del orgullo gay. Mucho menos el mariconeo institucionalizado: el de los políticos que miran a Chueca para llenarse el bolsillo. Alguien coló en la baraja la carta 41 y todos seguimos jugando al cinquillo sin darnos cuenta. Inés Sabanés, Carmen Calvo, Pedro Zerolo, Cándido Méndez, José María Fidalgo, Gaspar Llamazares... El mismo reparto de otras películas. Son como los Monty Python, aunque sin gracia.

  Si eres hombre y follas macho, los únicos que van a cuidar de ti desde arriba serán los de siempre. Lo mismo pasa si eres mujer y follas hembra. O si eres de los que viven entre Atlanta y Detroit, o si te cambiaste de una ciudad a otra. Además, si hoy no sales a la calle a decirlo, estás marcado: no eres de los suyos. Falso. De ti sólo vas a cuidar tú.

  Esta cabalgata es un alegato a favor de la vanidad, no una reunión reivindicación verdadera de nada. Mientras esto pasa, mientras se canta a la libertad sexual, hay avisos de bomba, atentados terroristas, matanzas y amenazas. Y pasa como siempre: unos disfrutan de la fiesta mientras el vecino aguanta en silencio el sufrimiento de no poder dormir.

  Que cada uno se folle a quien quiera... o pueda. Pero ojo, si sales a la calle para gritar como una posesa que quieres follar hombres, te van a pasar dos cosas: te tomarán por loca y, por supuesto, ello hará que no cates carne. Si tan normal es que salgan los homosexuales a gritar, tan normal ha de ser que los heterosexuales lo hagan. Lo bonito es que cada uno susurre sus ganas de meter a la oreja de quien quiera acompañarlo.

Rectificación

Algunas cosas te hacen pensar que no te gustan o las necesita hasta que las pruebas. Me pasó con las atracciones del parque de atracciones, me pasó con los macarrones, me pasó con el carnet de conducir y seguro que me pasa con muchas cosas más. Entre ellas, los ordenadores. Rectifico lo dicho en el post anterior

E., el Príncipe de Asturias, Proust y discos raros

Hay días, despertares o acostares, que resultan increíblemente distintos a lo que se puede considerar como normal. No me refiero a meterte en la cama con la cabeza donde los pies o salir de ella e ir reptando hasta la cocina, sino a meterse un sábado a las once y media de la noche en la piltra y que te levante alguien a quien no has visto en tu vida hablando en francés. Y, entonces, en el tiempo que tarda en desvanecerse el aroma de una flatulencia, ocupa tu habitación, se ducha en tu baño y come en tu mesa. Sin embargo, E. es una buena tipa. Además, tampoco me considero un ogro y no me desagradan las visitas. E. lo necesita, así que, ya que últimamente no paro mucho por mi casa, pues que se quede.

Hace ya unos pocos días que no escribo. Ya os digo, no paro mucho por casa. Ahora estoy desayunando con el portátil de mi hermana. El Madrid ha ganado la Liga y a Bob Dylan le dieron el Príncipe de Asturias. Hace dos años fue premiada J.K. Rowling y el pasado Fernando Alonso. Es lo que tienen los premios. Muchas veces se juntan elementos tan dispares que llegan a formar una pócima realmente indigesta se tome por donde se tome. Da igual que sean categorías distintas. Fernando Alonso nunca estará a la misma altura que Paco Gento y Dylan no será comparable a ningún otro cantautor, como Proust -sin el Nobel siquiera- jamás podrá ser rebajado a la altura de la Rowling ni de ninguno de los anteriores.

Precisamente, estoy a punto de acabarme En busca del tiempo perdido. La semana pasada agarré a Mi Fan Número Uno y me compré el séptimo volumen. Me quedan menos de cien páginas y, aunque oficialmente acabo mañana con la graduación, no voy a cumplir mi objetivo de leerme los siete tomos antes de terminar la carrera. Algún día, si tengo tiempo y recupero mi ordenador -odio este portátil y la mayoría de ellos-, contaré cosillas y reflexiones pajilleriles sobre Proust.   

No me despido sin hacer antes menciones musicales. Ayer me pillé un par de discos: Feast of Wire, de Calexico, y Low State, de Sixteen Horsepower. Los he escuchado una vez sólo y del primero digo que es todavía mejor que The Black Lights -es de ese estilo fronterizo y regusto mariachi, como si fuera la banda sonora de una película de Tarantino-. El segundo va a necesitar más escuchas. Es un folk bastante oscuro, a veces garajero, otras grunge. Ya os contaré más, que hoy me tengo que hacer cosas y paso de seguir escribiendo. Cuidaros mucho

Sin jugar al mus

Sin jugar al mus

Ya soy licenciado. He superado lo que el tópico reza como "los cinco mejores años de tu vida". Ni de blas. Bueno, para ser sincero conmigo mismo, malos no han sido. He conocido a gente maja -algunos muy gilipollas, otros hipócritas como ellos solos y majos los menos-, he tenido pasta para comprar discos y libros desde tercero de carrera -es decir, un trabajo-, y no he jugado una sola partida al mus.

Sí, debo ser uno de los pocos -ex- universitarios que no ha aprendido a jugar al mus en cinco años de carrera. Y eso que he hecho peyas para todo: ensayos, conciertos, estudiar, cervezas, algún artefacto de ingeniería marroquí -hace mucho-, resacas, pocas ganas, dormir, chicas... Cualquier excusa era buena, pero no, no he jugado una sola partida al mus. Todas las veces que me han intentado enseñar ha sido porque faltaba alguien para ser cuatro y, cuando ése se ha presentado, me he largado. Sé qué es el solomillo -muy rico con salsa de champiñones-, los dúplex gallegos -apartamentos entre Bayona y La Guardia- o los pitos -lo que algunos gustan de restregarse entre las cachas-, pero nunca fueron la jugada de mis cartas.  

**A todo esto, el profesor qaleda se ha acobardado. Y mucho. Debo pensar que dentro de unos años unos folios sobre el sitio en el que trabajo formarán parte de sus apuntes. Suerte a todos**

"El examen de tu vida"

"El examen de tu vida"

¿Qué pasaría si mañana no apruebo todas las asignaturas? Este viernes ya sabré si soy licenciado o no, y tengo la extraña sensación de que el profesor referido hace unos artículos pueda tener la gallardía de suspenderme. ¿Qué debería hacer entonces? ¿Atiborrarme de Lexatín e ir a hablar con él con un pañuelo en la mano derecha para secar la baba que mi boca sedada no fuera capaz de contener? ¿O tal vez dar rienda suelta a la ira y estampar el primer puñetazo? No estoy nada tranquilo, y mis razones tengo. "El examen de tu vida", me dijo éste cuando dictaba las preguntas. ¿De mi vida? El First que me saqué con doce años sí que fue difícil. 

Me voy a trabajar. Es jueves, mi lunes. El domingo habrá campeón de Liga, pero antes, mañana, tiene que haber un nuevo licenciado: yo.

 

El campeón más precario

El campeón más precario

  No recuerdo un final de temporada tan emocionante. Es que recuerdo pocos. Ayer en menos de un minuto, cambió la Liga de "manos": de las de Laporta en la Federación, la de Messi en el primer gol y la del árbitro que no se atrevió a anular el tanto -lo consultó con el asistente y todo-, a las del Real Madrid.

No me mojo en el río que decide si en Concha Espina merecen la Liga o no, pero visto lo visto ayer, afirmo que sería el campeón más precario que he conocido. Si quitamos el factor emoción de las dos horas de ayer, el Real Madrid volvió a ser de lo peor de este año. Lo único, que Van Nistelrooy sigue ahí y esperemos que no se vaya en la última jornada.

También mostró su peor cara el Barcelona. De no ser por el gol con la mano de Messi, el ridículo hubiera sido total ante el Espanyol. Sin excusas: da igual Ronaldinho. A los ‘periquitos' les pueden quitar varios hombres importantes este año, pues ‘novias' no faltan. Si aguantan sin vender y el bolsillo no les pide dinero para sobrevivir, el año que viene seguro que les canta otro gallo.

El Sevilla tiró la Liga por la borda. El año pasado, el Mallorca hizo campeón al Barcelona porque ganó al Valencia en casa. Este año ya se cargó al campeón de la UEFA en su casa y le complicó bastante al Barcelona cuando fue al Camp Nou. Y eso es lo que me da miedo. El Mallorca, igual que el Espanyol, ha crecido bastante este año y seguro que no viene a ser testigo de nada al Bernabéu el domingo que viene.

**Por cierto, ¿alguien cree que el Espanyol no iba primado? Apretar hasta el último minuto, buscar el empate en casa del vecino cuando no te juegas nada, la buena relación histórica con el Real Madrid... Cada vez entiendo menos lo de las primas a terceros. Además de la dudosa ética de ofrecerlas y aceptarlas, el único problema es que es dinero que generalmente no se declara: un fraude a Hacienda**

Pechugas de cuarto y mitad

Pechugas de cuarto y mitad

Si al profesor referido hace unas semanas no se le cruzan los cables, ya sólo faltan formalismos para ser licenciado. ¿Que qué siento? Pues vértigo. Hay demasiado tiempo y mucho recorrido por delante. Menos mal que estoy bien acompañado y que, creo, ya he andado parte del camino. Es pronto todavía para saber qué va a ser de mí o que voy a hacer yo para ser algo, pero no hay que echarse a sobar a un lado del camino. Mejor andarlo y aguantar lo que pueda caerme encima.

De momento, no me he emborrachado para celebrar nada. ¿Es una señal? ¿O es una putada? Lo segundo, sin duda alguna, pero estaba demasiado cansado. Por lo tanto, es una señal. 

Otro día que tenga más tiempo escribiré sobre algo más interesante, o lo haré con más dedicación. Debería hablar sobre el disco de Wilco, o sobre le que saca Ryan Adams dentro de unas semanas, sobre la Liga, acerca de chichis veinteañeros o pechugas de cuarto y mitad, pero no es el momento. Suerte a los que empezáis ahora los exámenes.

Pequeños placeres de la vida que uno se concede cuando ya ha acabado los exámenes y quiere olvidarse de todo

Pequeños placeres de la vida que uno se concede cuando ya ha acabado los exámenes y quiere olvidarse de todo

Pequeño placer número uno

Cerveza. Una lata fría de Amstel, la mejor si bebes directamente del bote. Acompañar de algo para picar: cortezas grasientas, embutido, patatas o, por qué no, unas salchichas frías recién sacadas de la nevera.

Pequeño placer número dos

Música, por supuesto. Ahora mismo, indico pequeños senderos que habrá que caminar: el nuevo disco de Wilco no está tan mal como lo han pintado; Tulsa, de lo mejor que he escuchado últimamente en castellano; Remate parece americano, pero no lo es; sin duda, las canciones suaves de Neil Young superan a las más duras. 

Pequeño placer número tres

Leer. Sólo de esta manera uno se encuentra cosas como ésta:

Un día en que había olvidado mis municiones, me encontré inopinadamente en presencia de un ciervo de gran alzada. Me miró con indiferencia, como si hubiera adivinado que mis sacos de perdigones estaban vacíos. Inmediatamente cargué mi fusil con pólvora y, a falta de plomo, comí apresuradamente un puñado de cerezas y puse los huesos dentro del cañón. Hice fuego sobre el ciervo y le acerté justo en medio de la frente, entre los cuernos. Quedó aturdido y se tambaleó, pero logró huir. Uno o dos años después, durante una partida de caza en el mismo bosque, me encontré con un hermoso ciervo que lucía entre su cornamenta un soberbio cerezo de diez pies de altura. Me acordé inmediatamente de mi pasada aventura y le abatí en tierra de un solo tiro de fusil, proporcionándome a la vez la comida y el postre, porque el árbol estaba cargad de los frutos más deliciosos que he probado en mi vida.

Pequeño placer número cuatro

Ver deporte por la televisión. Ahora que el Madrid juega mejor y que puede ganar la Liga, me entran ganas de escribir de nuevo sobre fútbol. Lo haré por supuesto.

Pequeño placer número cinco (instatisfecho)

Ir al Delover. Hace mucho que no lo piso

Pequeño placer número seis

Quedar con gente que está de exámenes y que, precisamente, no puede por tener que estudiar. Así que, mucha suerte a todos y ánimo.

Diez canciones para ponerse

Diez canciones para ponerse

Después de un top ten depresivo, os pongo diez que pasarían por todo lo contrario. Por supuesto, sugerencias, opiniones y añadiduras son recibidas -no tienen porqué ser bien recibidas-.

  • - Race For The Prize, The Flaming Lips (The Soft Bulletin)
  • - Let There Be Rock, Drive-by Truckers (Southern Rock Opera)
  • - Turn On Me, The Shins ( Wincing The Night Away)
  • - Caravan, Van Morrison (Moondance)
  • - American Girl, Tom Petty (Tom Petty and The Heartbreakers)
  • - Mint Car, The Cure (Wild Mood Swings)
  • - Tan Fácil, Los Piratas (Manual Para Los Fieles)
  • - Chicas, chicas, chicas, Los Flechazos (Preparados, listos, ya!)
  • - Déjame Vivir Con Alegría, Vainica Doble/Grupo de Expertos Solynieve (Alegato Meridional)
  • - The Predatory Wasp Of The Palisades Is Out To Get Us! Sufjan Stevens (Come On! Feel The Illinoise)