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Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

23 de abril de 2004

Buenas noches a todos. Sí, me he quedado en casa, no pasa nada. He estado haciendo cosillas para el trabajo de Redacción, pero todavía no me he metido en faena gorda. Ahora están echando Backbeat, la peli sobre los primeros años de los Beatles y no sé qué coño hago que no la estoy viendo. Intento sacar el punteo de Nuclear, pero tampoco puedo. ¿Por qué no consigo hacer nada entero? Joder, qué dolor de cabeza. He cenado callos. Antes sí los aguantaba para cenar, pero ahora ya no. Estoy perdiendo facultades estomacales y estoy más gordo. El examen no me ha salido mal del todo. Y eso con que sólo lo había estudiado un par de horas esta mañana. El ensayo con Los cachorros ha estado bien. ¿Por qué un tipo como yo, al que le encanta Bob Dylan, es capaz de tocar en un grupo de punk? No lo sé. Quizás una respuesta a esa pregunta me aclararía la duda de porqué tengo heridas en los dedos. Esta mañana he conseguido conectar mi ordenador al de Polanco. Golpeé en la cabeza a la asistenta con una edición de Los pilares de la Tierra y cayó al suelo inconsciente. Me costó un riñón levantarla. La metí dentro de un cubo de basura y, aunque estaba sin sentido, la amordacé y la até de pies y manos con los cordones de sus zapatos por si se despertaba. El cuarto de basuras huele realmente mal, pero la asistenta huele peor. Por Dios. Ahora me doy cuenta de que siempre la veo con el mismo uniforme. No puede ser. NO SE HA CAMBIADO DE UNIFORME EN LOS QUINCE AÑOS QUE LLEVA TRABAJANDO AQUÍ. Me fijé bien en la ropa y vi que algunas costras de roña estaban uniendo unos rotos en el vestido. Me mareé al verlo y caí desmayado al suelo víctima de los efluvios de su putrefacta ropa. Desperté al poco rato. Ella seguía durmiendo dentro del contenedor. Me tapé con la camiseta la cara para alejarme del hedor y abrí el cuadro de luces. ¿Cuál de todos estos enganches sería? Probé uno. Un ruido estridente, como las visagras de una puerta vieja, sonó a mi espalda. Me giré. Lingotes. Oro. Lingotes de oro. En mi casa. ¿Por qué coño hay oro en mi casa? ¿Por qué coño hay tantos lingotes de oro amarillo como en las películas dentro de mi casa? El agujero que se había abierto en la pared era de unos 4 metros de largo, otros cuatro de alto y otros tantos de ancho. Estaban ordenados perfectamente en estanterías metálicas. De dentro de del cuarto salía un fulgor dorado que me cegaba. No me dejé atontar por la increíble fortuna que había encontrado en las profundidades de mi edificio y volví a cerrar la puerta oculta que había abierto sin querer. Seguro que con el negocio de Prisa conseguía sacar más dinero. Conecté el cable a la salida correcta. Polanco, ya eres mío. Antes de subir a la habitación abrí el contenedor y saqué a la de la limpieza. La mujer estaba un poco atontada. Cogí un ejemplar de La Gaceta de Chamberí y la abaniqué. Al cuarto de hora de ventilación asistida despertó. Gritó con voz de ultratumba. Tuve que hacer algo que había planeado, pero que lo reservaba como última estrategia. Saqué el flash borrador de memoria que los Hombres de Rojo y Amarillo (en Estados Unidos van de negro) se dejaron cuando trajeron a mi vecino del segundo. Me protegí los ojos y disparé. Los ojos de la señora de la limpieza estaban fijos en la pared. Tenía que decirle un pasado y un objetivo en la vida en menos de cinco segundos o saldría del estado catatónico en el que se encontraba. No se me ocurría nada. Vale, ya lo tengo: "eres una señora de la limpieza que vienes aquí todas las mañanas, por las tardes sales a buscar a tus niños cuando salen del colegio y por la noche follas como una loca con tu marido, que es modelo de Calvin Klein. No sabes nada de unos lingotes de oro que pueda haber en esta casa y nunca te he golpeado con Los pilares de la Tierra en la cabeza". Al instante volvió en sí. Mierda, se me había olvidado darle un nombre. Bueno, otro día se lo daría. Tenía que subir a toda velocidad a conectarme con el ordenador de Polanco. Ejecuté el programa que me había bajado de internet, que se llamaba Polanco++, y salió un ventanita de Windows que decía que estaba estableciendo conexión con el Cuartel General del Grupo Prisa. Mi viejo módem a 14.400 baudios petardeaba, estaba a pleno funcionamiento. La conexión total estaba a punto de realizarse cuando un bocinazo repentino salió por los altavoces. Una ventanita de error en la conexión: "Imposible conectar con el Cuartel General del Grupo Prisa. El usuario Polanco@hotmail.com usa una versión de Windows anterior a Windows 95 y no es compatible con el archivo espía de Polanco++". Me cago en él. Tanto internet y tanto grupo Prisa, y luego va y tiene el Windows 3.11 en el PC. Será tío cutre. Al final no he podido sacar nada de dinero de Polanco ni del grupo Prisa. Bueno, todavía me quedan todos esos lingotes en el cuarto de las basuras. Mañana iré a sacarlos. Ahora ya es tarde y puede que me vea el perro de dos cabezas que vigila la casa de mi vecino del primero. Un día le vi comerse a un ladrón que se intentó colar en su casa para robarle el mando de la televisión. Se lo comió en la mitad de tiempo que un perro normal lo hubiera hecho. Claro, con dos cabezas, es más fácil. Lo que el ladrón no sabía, es que mi vecino le quita las pilas al mando por la noche, para que, por si se lo roban, no puedan usarlo. En fin, me voy a descansar, que mañana me espera un día muy largo con los Holy Days, con los Guardias y con Thompson. Un saludo. Buenas noches.

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