Extrañas revelaciones en el servicio
No sé si es demasiado pronto o demasiado tarde para haberme dado cuenta de que es mi último año de carrera. Estas ocurrencias sólo me llegan cuando estoy de resaca. Como hoy. Muchos de los que leéis el blog ya habéis acabado la universidad, otros estáis como yo y a los demás todavía os queda tiempo. Estaba esta tarde meando en el baño de la facultad y he sido plenamente consciente. Es el último año, voy a cerrar una etapa que muchos antes han considerado la mejor -o de las mejores- de sus vidas. No creo que lo tuviera escrito en la punta del cipote, pero ha sido en ese momento exacto, en el momento de la meada.
Me considero en plena crisis de "voy a acabar la universidad y no he hecho nada ni sé qué voy a hacer después". Yo tenía un amigo -creo que ya os he hablado alguna vez de él- que me decía que estos trances hay que pasarlos, que el que no la tiene a los veinte, la tiene a los cuarenta. "Y pobre del que lo tiene a los cuarenta", añadía. Es jodido, pero la gente sobrevive, aunque ya no vuelve a ser la misma. Y eso es lo que nos da miedo.
Los lectores más talluditos ya habréis dejado de leer aquí. Es el momento de las preguntas. ¿Qué voy a hacer? ¿Buscar trabajo? ¿Iré al paro? ¿Estaré mucho tiempo en él? Afortunadamente, tengo trabajo, salud y motivos para ser feliz. Es 15 de septiembre y ya estoy anticipando acontecimientos. Mi amigo también me echaba la bronca en nuestras conversaciones por vender la piel del oso antes de cazarlo. Pero es algo inevitable.
**Y no, no estoy de bajón porque al Madrid le pintaran la cara ayer**
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