No somos nadie
Intento no volver a pensar en que un día quise ser escritor. Sí suelo recordarme sentado en el patio de El Escorial con una máquina de escribir que le pedí prestada a mi tía. Tarde de verano fumando a escondidas, tecleando y tecleando hasta terminar una historia en horitas. Luego la olvidaba.
Es como masturbarse. Pasas un rato haciendo algo, hasta que termina y lo olvidas, pues no puedes retomarlo nada más quedar satisfecho. Sólo otro día, cuando te vuelve funcionar la imaginación, que a saber cuándo, te sientas a exprimir otras teclas.
Me fascina el siglo XXI. Con un blog, cualquiera puede ser leído en cualquier parte del mundo. Un comentario ácido, una palabra más alta que otra, un insulto indebido a quien no lo merece, cualquier cosa, tiene su repercusión. Pero, ¿qué fue de las ideas? El torrente de cagallones mentales tapa la brillantez de muy pocos. Me fijo en la música. Myspace es una casa de putas feas sin clientes.
Hace un par de siglos, quizás un poco más, pasaría lo mismo. Desde el siglo XVIII, la cantidad de libros publicados creció de manera espectacular. Los que manejaban la cultura se vieron desbordados por este incremento y porque cambió el significado de la palabra. Demasiados autores, demasiados libros, demasiadas obras, y mucha gente con cada vez más dinero para comprar y tiempo para leer, hasta sobrepasar la línea de lo que abarca el ser humano.
Ha llegado la situación a tal extremo que Internet sólo es un placebo para las aspiraciones frustradas de gente que busca un anticuado reconocimiento. Sí, puedes colgar tus dibujos, tus relatos, tus canciones, o lo que quieras. Tienes tu espacio, estás a la vista de todos hasta que caiga la última bomba. Pero no eres nadie. ¿Y cuándo volverá a haber alguien?
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