La espuma de los días, Boris Vian
"A cada nota -dijo Colin- le hago corresponder un alcohol, un licor o bien un aroma, El pedal corresponde al huevo batido y la sordina al hielo. Para el agua de Seltz hace falta un trino en el registro agudo. Las cantidades están en proporción directa a la duración: a la semifusa equivale un dieciseisavo de unidad, a la la negra la unidad, y a la redonda cuatro unidades. Cuando se toca una canción lenta, se activa un sistema de registro para que no aumenten las medidas -lo que daría un cóctel demasiado abundante-, aunque sí el contenido de alcohol. Y además se puede, si se quiere, según la duración de la canción, hacer variar el valor de la unidad, reduciéndolo lpor ejemplo a una centésima parte, para obtener una bebida en la que se tengan en cuenta todas las armonías mediante una regulación lateral."
La espuma de los días es la cima literaria de Boris Vian (París, 1920 - Nueva Orleans, 1959), pero no hubiera llegado tan lejos en tan poco tiempo si no hubiera escuchado a Duke Ellington y a otros músicos de jazz. El libro destila acordes alegres en sus primeras páginas, pero a medida que avanza, la melodía se torna triste y cambia a tonalidad menor al paso que el amor entre Chloé y Colin desaparece por una fuerza más fuerte que la música, la muerte. Esta novela surrealista tiene muchos elementos de la poesía de Verlaine, el ritmo de Hemingway y los ambientes de Kafka. Una obra en la que lo redondo acaba siendo cuadrado, el color vuelve al blanco y negro, la alegría es tristeza, el dinero se evapora como el agua y la felicidad es estúpidamente efímera.
La espuma de los días es la cima literaria de Boris Vian (París, 1920 - Nueva Orleans, 1959), pero no hubiera llegado tan lejos en tan poco tiempo si no hubiera escuchado a Duke Ellington y a otros músicos de jazz. El libro destila acordes alegres en sus primeras páginas, pero a medida que avanza, la melodía se torna triste y cambia a tonalidad menor al paso que el amor entre Chloé y Colin desaparece por una fuerza más fuerte que la música, la muerte. Esta novela surrealista tiene muchos elementos de la poesía de Verlaine, el ritmo de Hemingway y los ambientes de Kafka. Una obra en la que lo redondo acaba siendo cuadrado, el color vuelve al blanco y negro, la alegría es tristeza, el dinero se evapora como el agua y la felicidad es estúpidamente efímera.
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