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Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

7 de mayo de 2004

Hoy ha sido un día de esos que empiezan bien pero que acaban jodidamente mal. La agenda de previsiones pronosticaba un día que iba a acabar en ciego gordo desde pronto, pero las cosas se han empezado a torcer a partir de las cuatro y media de la tarde. He ido pronto a la biblioteca y he estudiado bastante. A las once, una aparentemente inofensiva y rutinaria (desde hace una semana) visita al podólogo. Ya iba yo preparado y me he tomado un par de gelocatiles. Todo parecía ir bien. Qué coño, todo iba bien. He estado de cervezas (bueno, minis) y comiendo con los de la Villa y luego he ido a clase. Entonces ha sido cuando el paracetamol se ha empezado a diluir en mi sangre y a desaparecer su efecto. He tenido que coger un taxi para volver desde mi facultad. Llevo desde las seis y media tumbado en el sillón. He estado escuchando a Dylan y los Cure, he visto un documental (bueno, a medias) de serpientes de tamaño descomunal (no haré bromas ni comparaciones), he comprobado que el puto grupo Prisa no regala un mes de prueba del canal Playboy y he cenado como un rajá. ¿A qué parece un plan cojonudo? Pues no, el que lo piense no sabe lo que me duele la jodida planta del pie. Joder, voy con muletas a mear. Eso no es bueno, es una mierda. Coño. Ya me he tomado como cinco pastillas para el dolor en todo el día y sigo sintiendo una enorme sanguijuela chupando líquido en mi pie y restregando sus excrementos sobre las heridas que dejaron sus compañeras caídas. Al menos ha sido una buena mitad de día con los Dunadan, Sego, Fily, Drugs, Luten y Manolo. Joder, parecen nombres de Pokémon, va a haber que cambiarlos. En fin, que tampoco he salido aunque han pasado a buscarme en coche Ana y Marina. Lo siento, hoy os privo a todos de mi presencia por las calles de Madrid. Aprovechad, pero dejadme algo de bebida por si mañana puedo plantar el pie. Un abrazo a todos. Hasta mañana.

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