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Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

Erecciones en el autobús

Hoy he entendido a Patch. Hasta hace poco tiempo, me costaba comprender por qué los viejunos -que no viejos- hacen cosas raras en los momentos más insospechados.

Últimamente estoy teniendo suerte cuando cojo el 61 o el 16. No me encuentro con ex compañeros de colegio a los que no me apetece ver y tengo que saludar por cojones. Cuando consigo evitarlos, salgo del autobús con dolor de cervicales por haber estado mirando al suelo o hacia la ventana con un insano escorzo de cuello.

Iba yo esta mañana en el bus con una empanada mental de pollo, pimientos y cebolla, cuando se ha puesto a mi lado un viejete vestido de gañán veterano. El pobre no controlaba mucho su cuerpecillo, se pegó demasiado a mí y estaba algo incómodo, o eso creía yo, porque no me estaba dando codazos para colocarse, sino para llamar mi atención -yo iba con los cascos-. Le he mirado y, sonriente, él me ha enseñado una postal de una morena abierta de piernas, enseñando su suculento plato de conejo al ajillo. He suspirado -no eran horas- y el viejete se ha quedado mirándo la imagen, como si fuera una virgen, pero no la de los cristianos.

Era mi parada ya, así que le he pedido hueco para salir y no he podido evitar ver la tremenda erección que ocultaba en su pantalón. Igual que cuando te dicen que no mires algo y vas tú y iras, he visto que su cipote estaba erguido como la bandera que cuelga de la fachada de un edificio. Un escalofrío ha recorrido mi espalda y ahora, al recordarlo, me sube un gusanillo por el esófago...

2 comentarios

Frank Einstein -

El gusanillo que te subía por la tripa... ¡era su cipotillo enhiesto trepando por tu intestino! ¡Te la ha clavao sin darte cuenta! ¡UAJAJAJA!

Darío -

Voy a pedirte un favor Pedro. Mira el correo que estamos preparando asuntos importantes. Un abrazo muchacho.