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Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

Cómo pasar una mañana escribiendo uno de los posts más largos que recuerdo haber escrito

Cómo pasar una mañana escribiendo uno de los posts más largos que recuerdo haber escrito

Soy como Marcel Proust. Y no por ejercer de pésimo y desquiciado cronista de la vida que me ha tocado, sino porque me paso la vida enfermo. En la madrugada del martes al miércoles me desperté de repente sudando como un pollo asado -eso sí, sin el palo que los atraviesa de Atlanta a Detroit- y en medio de un delirio febril que me empujaba a conectarme a Internet para corregir unas cosas del trabajo. No he levantado cabeza, pero los efectos de chupar la sudoración de un sapo imaginario me abandonaron como cuando se te pasa el colocón de diez cervezas torrado bajo el sol. Me queda un picor en la garganta, placas de pus al fondo de la boca y un dolor de cuello que no se ha solucionado hoy volviendo a acostarme con la segunda que más me gusta: mi cama.

Quiero volver a Proust. Ya que estoy algo febril y delirante, aprovecharé para ejercer algo de deporte genital imaginario -¿nunca habéis pensado que masturbarse es a follar lo mismo que correr en la cinta a salir a correr por la calle?-. Este pobre hombre estaba obsesionado con el tiempo por su delicada salud, que se lo llevaría al otro barrio con 51 tacos. Hubiera sido curioso conocerle. Me lo imagino entrando en las fiestas refinas solito o como el primo que va a todas las bodas con su madre, el que sale poquito de casa o lo hace sin compañía. El pardillo que es así porque salió de la garita materna algo antes de lo recomendado, aquél al que todos, al ver entrar, reciben con una media sonrisa y un comentario a la solapa: "Ya está ahí ése". Sí, también me lo imagino con mal olor y granos por la cara, callado, tímido, y habitual de la pajillerización en los momentos de soledad.

Pero este retrato no le hace justicia. Es un privilegiado. En un mundo de las ideas, sería un tremebundo mamut intelectual en medio de ingenuos pavos reales. Se sabe superior a todos y cada vez que abre la boca se la cierra a alguna putita viejuna con clase y pasta pero poco cerebro. Además, tiene éxito entre algunas mujeres, aunque luego no le vaya del todo bien -no me meto más en este tema-.

El problema más grave que tiene es el tiempo. "¡Vaya problemón! Y yo con estos pelos...", seguro que alguien piensa. Es como el que va al río a cribar arena y no para de encontrar pepitas de oro. Encuentra una y se cree el tipo más rico. Decide coger otro montoncito y moverlo sobre el filtro como el que haría unos huevos revueltos en una sarten sin mango. Encuentra otra pepita tras mucho revolver y se anima. Luego pone un límite tras el cual volverá a casa. Diez pepitas, por ejemplo. Tarda mucho en llegar a ese número y no queda satisfecho. Decide seguir, como un ludópata enganchado a la tragaperras. Encuentra algunas piedras de oro grandes como puños, otras pequeñas como legañas, pero no sigue sin saciarse. Tiene un gran saco hasta arriba de pepitas de oro, no se detiene y, a medida que pasan los días, se anima más cada vez más. Y es que el río es una auténtica mina. Podría tirarse toda la vida buscando y encontrando.

Eso es más o menos lo que hace Proust. Bucea en su memoria, unas veces por iniciativa, otras veces por imperativo de sus propios recuerdos, traídos a la superficie por una acción ajena e involuntaria sobre alguno de sus sentidos. Escribe y escribe, relata con suma perfección y detallismo sucesos de tiempos pasados, pero que le resultan cercanos y precisos en el momento en que los trae al presente. Así pasan páginas, muchas, y podrían haber pasado más. Acabó su novela -y escribió la mayoría- postrado en la cama, enfermo y obsesionado con dejarlo lo más acabado posible. Los dos últimos volúmenes están llenos de notas al pie de página que recogen notas sueltas manuscritas que dejó desordenadas. Éstos dos fueron publicados después de muerto.

Bueno, creo que después de este panegírico castrístico, me pasaré a la música. Estaba escuchando I'm wide awake and It's morning, de Bright Eyes. Qué gran disco. Es pop, es rock, es cantautor, es country... Muy completo, vaya, pero por encima de todo, tiene grandes, grandísimas canciones. Me lo perdí en su momento, pero nunca es tarde para descubrir grandes obras. Si no, que se lo digan a Proust. Cuidaros mucho.

2 comentarios

Soni -

Yo también soy como Proust...

Mariano -

Very beautiful my friend, aún con tus muy prosaicas metáforas (Atlanta-Detroit o Washington D.C.-SF? No es más a lo largo que a lo alto? :D)

A ver si es verdad y escribes más :) Me has despertado el interés por Proust, sólo que a ver como consigo un ejemplar en español aquí, jejeje. De momento seguiré leyendo novelas poco transcendentes en alemán a ver si pillo algo de vocabulario.

Muy buenos Bright Eyes, sí señor. Si te fuera el rollo brit un poco más igual te gustaban Editors, pero creo que no pertenecen a esta época musical tuya actual.

Tenemos que hablar más.Cuídate.
Mariano.