Blogia
Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

Reflexión sobre Springsteen y otros más

Reflexión sobre Springsteen y otros más

Incluso teniendo la nariz taponada por el resfriado me estaba llegando el olor a barro y mierda de Las Ventas, donde tantos toros han muerto en honor al espectáculo. Bruce Springsteen era quien iba a lidiar esa noche y la faena le salió bastante bien. Su último disco, We Shall Overcome: The Seeger Sessions, es una revisión de las canciones de una de las patas de la mesa del folk americano: Pete Seeger. Dicen que el ‘Boss' siempre quiso grabar estos himnos, sobre todo, a partir de que en 1998 registrase We Shall Overcome, pero también hay quien cree que su apoyo a John Kerry en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2004 bajó el número de ventas de sus discos, sobre todo de Devils and Dust, en los estados del sur. Así, con este nuevo álbum, querría ajustar cuentas y recuperar el terreno perdido. No soy muy fan de Bruce Springsteen, pero tengo que reconocer que debería ponerme las pilas con él. He escuchado Born To Run, algunos recopilatorios y canciones sueltas, pero nunca me había comprado un disco suyo. Su interpretación de las canciones de Pete Seeger merece realmente la pena: una marabunta de instrumentos sonando a la vez, coros de taberna, guitarras acústicas pulidas por el polvo... Una gran recreación, sin duda alguna.

Qué tendrá Estados Unidos, que a todo el mundo ahora nos ha dado por escuchar parte de su universo musical -el contenido total debe ser, cuando menos, inabarcable-. A muchas discográficas les da ahora por lanzar recopilatorios en España, cuando en los noventa -década en la que surgen muchos grupos que reivindican el legado de la tradición americana-, la industria nos regaba con pop británico e ignoraba el circuito del otro lado del charco. No sólo eso, sino que ahora, muchos grupos han tirado por esta vertiente y claman por la influencia que les ha causado escuchar a Drive-by Truckers, Wilco, The Jayhawks... Johny Cifuentes, teclista, cantante y lo único que queda de Burning, es fan acérrimo de Lucinda Williams y canta con Quique González canciones suyas cuando llevan mucho alcohol en el cuerpo. Los Deltonos suenan demasiado  como los Drive-by Truckers. Incluso Mikel Erentxun y Bunbury reconocen que lo más de lo más y lo mejor de lo mejor está en Estados Unidos ahora mismo. No hay que olvidar que Los Secretos, en los años 80, hicieron de Continuará -su mejor trabajo- una oda al rock y al country americano de todos los tiempos.

Volviendo al panorana internacional, este mismo año, Van Morrison ha editado Pay The Devil, un disco en el que ofrece su particular visión de canciones country. Añade temas suyos que no desentonan para nada en el bloque. La versión especial trae un DVD que es una delicia. Johnny Cash siguió un proceso a la inversa. En sus últimos discos, la serie de American Recordings, recrea canciones de su niñez, pero también tiene momentos para temas actuales. No podemos pasar por encima Hurt, la canción de los Nine Inch Nails, que alcanza su cenit con el videoclip, una auténtica obra maestra de tres minutos y medio. Son buenas maneras de acercarse al cancionero popular norteamericano, aunque yo me decanto por dos discos desconocidos para mucha gente. Dos auténticas joyas con forma de CD -en mi caso-, a las que muchos que estuvieron ayer en el concierto de Bruce Springsteen no se acercarían.

A finales de los 90, Nora Guthrie, hija del cantautor izquierdista Woody -adorado por Bob Dylan-, se puso en contacto con el trovador británico Billy Bragg para enseñarle letras de canciones que su padre dejó escritas pero nunca grabó -cuentan que Norah estaba en la ruina y rescató los papeles para salvar la situación-. Así, en 1998, Bragg recluta a Wilco y juntos -con la colaboración de Natalie Merchant en un par de temas- graban el primer volumen de Mermaid Avenue. El mérito del disco es doble. Al no existir grabaciones anteriores de los temas, la banda por entonces casi desconocida y el cantautor izquierdista del siglo XX, superaron el reto de ser fieles a un estilo de música determinado y darle un pequeño toque de modernidad. Dos años más tarde, grababan la segunda parte y el resultado fue todavía mejor. Lejos de recrear sonidos antiguos -que también- llevan las viejas letras por senderos de un rock reivindicativo y duro, otras veces se dejan caer por la dulzura pop y en otras ocasiones reavivan el viejo espíritu tabernario.

No me quiero olvidar de alguien que sigue dando lecciones cada vez que graba algo. Bob Dylan se ha vuelto a superar con Modern Times. "¿Para qué revivir a los que ya apenas dicen nada si yo puedo hacerlo mejor?". Es lo que debe pensar Robert Allen, quien demuestra que sabe de música de su país como pocos en el mundo. Su último disco es un derroche de poesía y de blues, en la línea de Love And Theft, el anterior. A Bob Dylan, todas estas recreaciones de las canciones de Pete Seeger y Woody Guthrie le tienen que hacer gracia... O no tanta.

A principios de los años 60, Dylan estuvo a punto de hacerse con las letras de Guthrie que Billy Bragg y Wilco grabaron. En el primer volumen de su biografía, narra como el hombre de la guitarra que mataba fascistas, en su lecho de muerte, le ofreció poner música a las letras que tenía guardadas en maletas en su casa de Brooklyn, en Mermaid Avenue. Dylan cuenta cómo llego calado hasta las rodillas y pelado de frío a su casa, pero ni uno de los hijos de Woody, Arlo, ni la asistenta de la casa, sabían nada acerca de una maleta llena de canciones que estaba en el sótano. Se marchó con las manos vacías y esas letras no fueron musicadas hasta 1998. "Esos intérpretes probablemente ni siquiera habían nacido cuando yo hice ese viaje a Brooklyn", recuerda Dylan en Chronicles. Evidentemente, él las quería para sí y tenía el consentimiento de su autor, pero nunca las reclamó.

1 comentario

Soni -

¿Y este post tan largo? ¿Es producto de la fiebre, de la nariz taponada, o de la combinación de analgésicos y antibióticos? jeje. No, en serio, está muy interesante.