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Los archivos lúcidos, aunque cada vez menos, que me hago mayor

Música

Murciélagos

Murciélagos

Hacía mucho que no iba a un concierto. El sábado me emperré en ir a dos y acabé en cinco. Bueno, cuatro, uno lo perdoné por ir a cenar. Tocaba un tal Peter Broderick en Madrid. "No puede ser", me digo. "Perfecto, empieza a las ocho... Luego me da tiempo a ver a Andrew Bird", pienso.

Llego a la sala acompañado -¡gracias!- y resulta que el no-primo de Matthew no toca solo, sino que es el último de un festival de grupos. "Pues me como a Andrew Bird. Además, paso de suplicar otra vez entradas en Galileo a los reventa". Un par de horas después de entrar en la sala, ya solo y algo pedo, sale este muchacho con cara de asesino en serie a colocar sus instrumentos, aparatitos para hacer loops y un serrucho. Sí, un serrucho con el que acompañó a un pianista durante unos quince minutos, pasaje que se me hizo espeso, a pesar de que los gintonics predisponen a uno a la introspección cuando está solo y a gustarle cualquier cría de mandril que se le acerque.

El concierto de Peter Broderick fue un remolino de sonido. Guitarra, piano, violín, coros espirituales, todo interpretado por él solo, que se coordinó como una orquesta entera para no fallar en ningún loop y recubrir las canciones con la atmósfera fantasmal que envuelve Home, el disco que publicó en 2008 después de dos más con un grupo muy recomendable, Horse Feathers. Perdí la noción del tiempo mientras estuvo subido al escenario. Me tuvo pegado al suelo, a mí y a los treinta que le veíamos, atraídos por una pesada gravedad que salía de sus maquinitas y su voz, que sacudía estribillos oscuros como vampiros. No salía luz del escenario, escapaban murciélagos. Iba pedo, pero juro que eran murciélagos.

Ahí os lo dejo, en un formato más sencillo.

 

Ron Sexsmith, en El Sol

Ron Sexsmith, en El Sol

Ron Sexsmith me pareció -me lo presentaron; perdón, ¡me lo presentaron!- un hombre tímido, calladito, discreto y educado, es decir, un tipo agradable. La música que hace es el reflejo de su personalidad y, por eso, unos días sus discos resultan geniales y crees que son para toda la vida, pero otros le pedirías un poquito más de lo que sea, sin resultar nunca malos elepés.

Esa tibieza quedó aparcada a la puerta de la Sala Sol de Madrid el martes. Acompañado por un contrabajista, Sexsmith alternó la guitarra acústica y el teclado en uno de los mejores conciertos de cantautor que recuerdo. Si bien empezó algo tímido con su voz, ver que el público respondía con aplausos cada vez que acababa una canción le terminó por animar. Quizás no se esperaba que la sala estuviera casi llena -ni los dueños de la misma lo creían por la mañana-, pero el caso es que fue generoso con el repertorio, del cuál fueron muchas de su último disco, Exit Strategy Of The Soul, el que menos me ha gustado de todos los que he escuchado -el otro día lo puse en el coche y todas las canciones me parecían la misma-.

Quitarle a esas canciones el cálido abrigo de los arreglos que le hicieron en Cuba -creo recordar- les dio un aire más fresco. Diría incluso que en algunas ocasiones sonaba como The Beatles -sí, los de Liverpool-: melodioso como Paul McCartney y algo nasal, no tanto como Lennon. Los otros temas, los que no eran del último disco, también aguantaron bien la exhibición de Ron Sexsmith ante una parroquia más entregada de lo esperado.

**Lo de antes, durante y después del concierto, me lo guardo. Queda entre una que yo me sé y yo, que nos lo pasamos como enanos y acabamos como cubas un martes por la noche teniendo que trabajar al día siguiente, aunque ya lo cuento en el título. Gracias por venir, espero que te lo pasaras bien y te gustara**

 

Mark Olson y Gary Louris, en Neu!Club

Mark Olson y Gary Louris, en Neu!Club

 

Un frío de cojones, gargantas castigadas por los primeros azotes de la gripe global y la amenaza de lluvia fueron los prolegómenos más destacados del concierto de Gary Louris y Mark Olson en la sala Galileo -ahora Neu! Club- de Madrid. No me acordaré mucho de Ted Russel Kamp, el telonero, un tío con el pelo a lo Michael Bolton y camisa con chorreras que, sin embargo, agotó los discos a la salida y no tuvo otra idea más brillante que ponerse a firmar pegatinas en la puerta. No pude ver su actuación y no pude comprar su CD.

Lo que sí recordaré de la noche de ayer fue que estuve viendo el concierto de los frontmen de The Jayhawks justo al lado de los baños y que el público que abarrotó -de verdad, hasta la bandera- la sala tenía cistitis. Fue, como se dice de los partidos de fútbol, una actuación de menos a más, a pesar de un comienzo arrebatador con Nothing Left To Borrow. La cosa empezó con problemas de sonido: demasiada diferencia de voz entre Louris y Olson, que no arreglarían en todo el concierto, y algún pitido de acople. Sin mucho tiempo para la nostalgia Jayhawk, empezaron a caer canciones de Ready For The Flood, el primer disco de ambos juntos tras sus respectivos caminos por autopistas separadas.

Se acomodaron sobre el escenario, sustentados por la percusión de una tipa cuyo nombre no recuerdo, a medida que deshojaron la margarita del nuevo disco, producido por el cantante de The Black Crows, Chris Robinson, quien ya trabajó en el Vagabonds de Louris. Todavía no lo había escuchado, pero las canciones que tocaron me dejaron la idea de un álbum tranquilo con ecos de unos Simon & Garfunkel más vaqueros, como en Chamberlain, SD. La coordinación melódica de sus voces ha sido lo que convirtió algunas de sus obras en sobresalientes y lo explotaron hasta saciar, pero sin cansar, cosa que pasa a veces en alguno de sus discos.

Una vez pasado el repecho inicial y la meseta central de la presentación de Ready For The Flood, tiraron hacia el monte, como las cabras, y los grandes temas de su anterior formación fueron tomando más peso. Era a lo que todos íbamos, hecho que demuestra que han alcanzado ese status de artistas que poco o nada nuevo nos van a ofrecer en lo que les quede -algún día hablaré de alguno más que está en las mismas-. Así que, entre estribillo y estribillo llevado con maestría, nuevas canciones que ni fu ni fa, las intervenciones de un animoso Mark Olson al lado del tímido Gary Louris y la colaboración de un público dispuesto a combatir la cistitis escuchando el concierto desde el urinario, llegó el final. Ahora toca escuchar el disco y, si no nos gusta, volver a cosas como ésta:

 


Damien Jurado y sus fantasmas

Damien Jurado y sus fantasmas

 

¿Hay algo mejor que llegar de un intenso viaje por Italia, después de haber cogido este mismo lunes dos trenes, dos autobuses y un avión, que dejar la maleta, tragar algo del jamón que sobró en una boda, pasar por la ducha e ir a un concierto? Por supuesto que hay cosas mejores, pero no es este el caso.

Dejando a un lado, y aunque me cueste, el precioso bodorrio de mi hermana mayor en Italia, me meto en un autobús y llego a la sala Moby Dick. Mi acompañante está cenando con un amigo en el irlandés de al lado y le apremio para que salga porque ya hay cola. Un grupete de miopes modernos, barbudos y jerseys a rayas -sólo fallo en el afeitado- espera a que se decidan a dejarnos pasar los dueños de la sala, que deben andar con los huevos en los bolsillos por lo de El balcón de rosales, pero también contentos por el triste cierre de La Riviera. Le echo un ojo a la lista de invitados a la que paso por delante de la taquillera, que vende las entradas al aire libre en pleno noviembre del año 2008: gente de RDL, Muzikalia, La noche en vivo... Hace frío fuera y dentro tienen puesto el aire acondicionado. Casi me salgo con la de los tickets, pero me tomo una Heineken de cinco euros que, sorprendentemente, sabe como las de tres y tiene también el mismo tamaño.

Son las diez menos algo, algo antes de lo previsto para el comienzo del concierto, y sale Damián -maldito Word- Jurado al escenario acompañado de una tipa y un tipo que se irán intercambiando guitarras, batería y teclado a lo largo del concierto. Jurado nace, crece y vive en Seattle, y muere en cada una de sus canciones, cada cual más triste que la anterior, más dura, más arraigada en las distintas razones que desnortan la brújula. Suena seguro, sentado en su silla, por lo que no le podíamos ver los que estábamos más allá de la segunda fila, y los dos acompañantes no le roban protagonismo. La canción está por encima de todo, y así van cayendo, sobre todo, de sus dos últimos discos, el tristón And Now That I’m In Your Shadow y el melancólico Caught In The Trees, de este mismo 2008. Tan pronto se enreda en una de diez minutos de subidas y bajadas, con largas transiciones, como pasa por un estribillo más pop de apenas dos minutos y medio. 

Una hora y un poco después, ya estoy en la calle. Damien Jurado, seguro, estaría en el camerino todavía, tratándole de no darle vueltas a su depresión, exquisito placer para nosotros, pero dura tortura para él, que es la viva imagen del músico torturado y en plena apoteosis creativa. Que Dios decida qué hacer con él.


¿Una opción?

¿Una opción?

El País vuelve a publicar un interesante artículo sobre música en su edición digital. Da gusto ver cómo se va haciendo un hueco este tipo de información y reportajes en los diarios nacionales -lo de El Mundo también tiene bastante mérito-. Éste trata de la promoción de grupos amateur que sueñan con publicar algo algún día. Es un tema bastante interesante. La rotundidad con que Lou Reed habla de la difunta industria musical se hace más patente cuanto más buceas en Internet.

Pero, tal vez, la gallina de los huevos de oro, si es que existe, no esté en la red. ¿Qué me decís de las giras? Pongamos por caso que una marca de cerveza decide no sólo no poner el nombre a una sala, sino patrocinar a un grupo o varios en un tour con un buen cabeza de cartel -cosa que alguna discográfica hacía-, vender únicamente su birra durante los conciertos, meter publicidad en la web de la banda y en la suya propia...

Intento explicarlo mejor: la banda X, supermegaindie en Estados Unidos, pero con adeptos aquí, tiene pensado pasar por Europa. Una marca de cerveza, condones, o lo que sea, les dice que les pone pasta por publicidad en la gira y les propone a un grupo amateur como teloneros. El día del concierto sólo se venderá esa marca de birra, o habrá un stand con tías como las de mi clase de la universidad donde se regalarán preservativos. Yo, que tengo pésimas ideas, veo beneficios para el grupo estrella, que puede añadir conciertos en países que no tenía pensado por falta de rentabilidad; veo que gana la marca porque tiene publicidad esa noche y otras, y puede hacer caja si vende algo; y gana también la banda amateur, porque llegará a los oídos de gente nueva.

Y, para hacer promoción de una banda amateur, os dejo con los increíbles Den y su Myspace. No dudéis en pasar. Estáis invitados.


 

 

¿Qué hay de nuevo, Gary?

¿Qué hay de nuevo, Gary?

Llegar a la calle Montera es como abrir la nevera y ver que sólo hay comida caducada. Trasiego de una esquina a otra, un motel en un viejo edificio del que salen parejas que no se despiden y otra vez a esperar. Sordidez cotidiana para los que viven ahí o disfrute para turistas borrachos y alivio para braguetas inquietas.

Según bajas desde la Red de San Luis, la segunda a la izquierda, Jardines, un poco más adelante de la casa de putas, Gary Louris, el cantante de The Jayhawks, dio este sábado un concierto evocador de carreteras polvorientas y demás mitología del sur de Estados Unidos.

Servía como excusa para la cita la última estación de su larga trayectoria: Vagabonds, un disco defendible, pero un peldaño más abajo de los mejores trabajos de The Jayhawks. Quizás consciente de ello, el peso específico de la actuación lo llevaron los grandes clásicos de la banda de Minnesota, disparados uno tras otro por la guitarra y las armónicas de Louris, que fue pez en el agua. De hecho, confirmó que va a instalar definitivamente su residencia en el Puerto de Santa María, desde donde salta cada dos por tres para volver a Estados Unidos.

La última vez que tocó en España, hace un poco más de dos años, el trovador americano se descolgó con un largo concierto en el que hubo lugar a rarezas y estrenos de canciones del siguiente disco de Golden Smog, Another Fine Day, un pinchazo sin rueda de recambio hasta el momento. Ayer fue más corto todo. A veces parecía apresurado, como si se hubiera dado cuenta de la hora o estuviera hasta las narices de repetir una y otra vez los mismos estribillos. Si fuera esto último, el conflicto con el público español sería insalvable. No nos cansamos nunca de escuchar sus canciones y ayer nos fuimos contentos con su complacencia en el repertorio. ¡Hasta la próxima, señor Louris!

El tercer gran placer

El tercer gran placer

Ayer hice uno de los exámenes más largos y pesados que yo recuerde ahora mismo. Después de entregar la hoja tuve que lberar todavía más estrés. No me la zurré, tranquilos, sólo me fui a comprar discos. Esa opción hubiera sido más barata, pero me apetecía más lo segundo.

El otro día hablé de que escuchar música en casa sin que nadie te ponga pegas era, junto cagar en el mar, uno de los grandes placeres de la vida. Hay un tercer gran placer, todavía superior a estos: descubrir canciones nuevas. Ponerte un disco y escuchar un tema que te engancha desde el principio y sabes que es genial, que ya estabas muy harto de lo que llevas unos meses escuchando y que esa canción aparece en el momento exacto para abrir una puerta más. Supongo que muchos estaréis de acuerdo conmigo -espero...-.

Todavía es mejor cuando te ocurre con un disco antiguo, que te parece que va a sonar rancio o que no te va a soprender, o simplemente que ya habías escuchado esas canciones durante siglos, pero de repente te vuelve a sonar a gloria. Es como si volvieras a los sesenta y fueras alguien que escucha por primera vez Mr. Tambourine Man cantada por The Byrds. Casi todo el mundo ha escuchado a Roger McGuinn tocar la guitarra de doce cuerdas y las armonías del grupo. Ayer me volví a quedar sorprendido. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de estos tíos. Luego fue un no parar: Turn! Turn! Turn!, My Back Pages, So You Want To Be A Rock'n Roll Star... ¡Y eso que no me dio por ponerme su parte country!

Notas finales de mi 2006 musical

- ¿Quiénes son los Artic Monkeys? ¿De verdad son tan buenos? Entonces yo he debido escuchar a los Antartic Donkeys o a los hermanos pequeños de Bjork. En serio, creo que le echaron demasiado tomate a muy poca pasta.

- ¿Y Pete Doherty? Juro que no he escuchado ninguna canción suya separado de The Libertines. ¡Y resulta que es músico!

- Tres decepciones, aunque no por ello malos discos. Es posible que los excelentes predecesores le hayan jugado una mala pasada a los de este año.

  • - Another Fine Day, de Golden Smog. Tanta expectación para esto. Sin duda alguna, el peor de sus cuatro discos. Está producido por Paco Loco y me gustaría echarle la culpa del fiasco, pero cuando no hay canciones... no hay disco. Jeff Tweedy está casi ausente, Gary Louris prefiere seguir en solitario y el resto... el resto no son ni Tweedy ni Louris. Muy lejos de cualquier disco de Wilco o de The Jayhawks.
  • - A Blessing and A Curse, de Drive-By Truckers. A estos les han cambiado el whisky por Biofrutas. Las canciones y las letras siguen manteniendo un gran nivel, pero se alejan de la sensación oscura y campestre del resto de sus discos. Hay canciones memorables, pero no han sabido digerir el éxito de The Dirty South y han caído en la tentación de cambiar sus rutinas de grabación.
  • - At War With The Mystics, de The Flaming Lips. Estos han jugado a parodiarse a si mismos y les ha salido el tiro por la culata. Ya no hay estribillos pegadizos -salvo dos o tres- y se han pasado con el rollo innovador. A lo mejor es que yo nunca los he entendido y he pensado que podrían hacer música más seria -The Soft Bulletin-, pero se han quedado muy lejos de Transmisions From The Satellite Heart o Yoshimi Battles The Pink Robots.

- Magnífico el disco de descartes de Sufjan Stevens de Come On! Feel The Illinois! Si éste era de lo mejor de 2005, The Avalanche debería estar entre los diez mejores de 2006. No lo he puesto porque parece un apéndice inseparable del anterior.

- También está bastante bien, aunque lejos de los discos de Wilco o Uncle Tupelo, el de Loose Fur: Born Again In The USA.

- Sin haber escuchado los originales, creo que Van Morrison y Bruce Springsteen han hecho dos discos bastante buenos. El primero, versionando algunos clásicos del country. El otro, recordando a Pete Seeger -y todos nos olvidamos de Woody Guthrie-.

- Felices todos hemos de sentirnos por escuchar otra vez a Calamaro. El palacio de las flores demuestra que el genio argentino, cuando hay mesura de por medio y no farlopa, es capaz de hacer grandes cosas, aunque alguno ya le diera por perdido. 

- También es para estar contentos por Quique González, quien empieza a tener el reconocimiento que merece. Ha vuelto a una multinacional después de haberse leído de cabo a rabo, varias veces y en varios estados, todos los libros de Bukowski. Ya no es, ni de lejos, el protegido de Enrique Urquijo.

- ¿Sexy Sadie se separan? Ahm...

- Cosas que se me escaparon de 2005: Z, de My Morning Jacket; In The Reins, EP a dúo entre Calexico y Iron and Wine; Mercy Now, de Mary Gauthier...

- En 2007 veremos si Ryan Adams se atreve a sacar otro disco. Jeff Tweedy dice que en abril hay novedad de Wilco. Arcade Fire también están en ello. A ver si le toca el turno a Nick Cave. Si supera el Abbatoir Blues/The Lyre of Orpheus... Se especulaba también con que Sufjan Stevens sacara nuevo álbum dedicado a otro estado, pero de momento no he leído nada que lo confirme.

Doce canciones para doce meses

Hacer una lista con canciones sobresalientes de los últimos doce meses es muy complicado. Al principio quise sólo seis, luego vi que mejor diez y ahora creo que lo mejor es doce. No todas las que aparecen aquí están en los discos que he puesto antes. Algunas son un oasis en medio de obras menores y otras son las que distinguen a los buenos de los malos. Siempre está bien escuchar canciones sueltas, apartadas de un sitio determinado dentro de un disco. No están organizadas por ningún criterio, pero podéis dejar vuestra opinión con la que creéis que es la mejor de 2007.

- For New Stars. Del disco Fort Recovery de Centro-Matic

- Are You In My Blood. Compuesta por David and The Citizens para el album homónimo

- Nettie Moore. Bob Dylan recupera su mejor estado de forma en Modern Times

- Panic Open String. Calexico, en Garden Ruin, pinta este cuadro urbano futurístico y caótico

- Chinese Translation. M. Ward busca en esta fábula soluciones para su corazón roto

- Nadia. Francisco Nixon, antes de La Costa Brava y Australian Blonde, abre Es perfecta con una gran canción pop dedicada a la gimnasta Nadia Comaneci

- Déjame vivir con alegría. El Grupo de Expertos Solynieve reivindica a Vainica Doble con esta versión que nos saca de la apatía

- Province. Con Bowie de padrino y colaborador en esta canción, pocas cosas malas puede haber en Return To Cookie Mountain. Aprovecha muy bien el tirón de los himnos de Arcade Fire

- If You Could Read My Mind. Johnny Cash nos invita a que leamos su mente, ya que su voz es en esta versión tan tenue como acertada.

- Won't Be Me. Vetiver abandona la tenebrosidad de su disco para regalarnos esta canción

- A World Of Hurt. Se nota que a Patterson Hood le han recortado sus famosos monólogos en medio de las canciones, pero se agradece que los Drive-By Truckers conserven parte de su sinceridad

- Vein Of Stars. Los Flaming Lips no se olvidan de recordarnos lo inmenso que es el espacio. Ellos se están perdiendo en él, aunque menos mal que de vez en cuando nos llega la voz de Wayne Coyne desde la fría inmensidad

Garden Ruin, Calexico (10/10)

<i>Garden Ruin</i>, Calexico (10/10) Si grupos como The Flaming Lips o Wilco han completado en sus últimos discos un giro renovador, lo mismo se puede decir de Calexico, que con Garden Ruin han quedado muy alejados de The Black Lights -de esa época sólo permanece huella en Roka, grabada a dúo con Amparo de Amparanoia-. Es más, no se han quedado incrustados en el clásico grupo/solista actual que toma como referencia a Gram Parsons o Grateful Dead -algo que reconocen ya asimilado-. Panic Open String, Letter To Bowie Knife, Deep Down o All Systems Red son canciones más cercanas a un pop ruidoso sacado de Gran Bretaña, aunque otras como Bisbee Blue o Yours and Mine son composiciones muy básicas grabadas sin apenas aditivos.

Joey Burns y John Convertino, las cabezas visibles del grupo, han buscado la perfección sonora grabando gran parte de Garden Ruin aislados en un pueblo perdido de Arizona llamado Bisbee, donde según el propio Joey Burns ni si quiera hay cobertura para los teléfonos móviles. Tomen nota: si quieren grabar un buen disco, háganlo en el metro, en el quinto sótano de un garaje, en Bisbee o en cualquier otro sitio donde nadie les moleste con llamadas inoportunas.

Post-War, M. Ward (9/10)

<i>Post-War</i>, M. Ward (9/10) La sencillez puede ser la cualidad que más abunda en lo que muchos consideramos bello. M. Ward consigue con este disco hacer algo bonito prácticamente desde la desnudez. Ayudado por Neko Case y Jim James -My Morning Jacket- en algunas canciones, consigue dar un paso adelante en el sendero del folk tradicional norteamericano, aun con maneras de crooner trasnochado. A esto ayudan los viejos micrófonos con los que consigue tal efecto que parece que escuchamos un vinilo antiguo en el vetusto tocadiscos de nuestra abuela. No hay más que escuchar Chinese Translation -indescriptible obra de pop moderno, a pesar de todo-, Eyes on the Prize, la sublime Rollercoaster o la primitiva Afterword/Rag. Ni siquiera las guitarras dejan de lado ese espíritu añejo. Post-War es uno de los discos más compactos que ha traído 2006 en lo que se refiere a concepción sonora.

Prácticamente desconocido en nuestro país, M. Ward conseguirá con este disco que muchos pasemos irremisiblemente por los anteriores. Éste es de los pocos que son capaces de llevarte a polvorientas ferias en pueblos de Estados Unidos o a una alta montaña a la que subes para olvidarte de un viejo amor y preguntar qué puedes hacer con los trozos de un corazón roto, cómo permanecer en la luz y por qué si la vida es tan corta como dicen, la noche es tan larga.

Modern Times, Bob Dylan (8/10)

<i>Modern Times</i>, Bob Dylan (8/10) Dylan abrió el siglo XXI con un gran disco al que ahora le ha salido un hermanito más listo, más guapo y más americano. Porque Modern Times es más de lo mismo, así que estamos ante un gran trabajo. Diez canciones en las que vuelve a tocar todos los palos de la música de su país. Igualito que hace Bisbal aquí, vaya. Sobresaliente de nuevo en la voz -Dylan, igual que Johnny Cash, ha sabido adaptarla al paso de los años-, vuelve a juntarse con la banda que le acompaña en directo para captar momentos como el trueno en la montaña o el espíritu en el agua. Lo produce él mismo, bajo el pseudónimo de Jack Frost, y tampoco se ha comido mucho la cabeza. Lo bueno, si sencillo, dos veces bueno. Si no lo creemos, habrá que escuchar los casi siete minutos de Nettie Moore o los cinco de Someday Baby.

Parece que cuando Bob Dylan graba un disco hay subirlo inmediatamente a lo más alto como hacen los 40 Principales. Casi sin haberlo escuchado, sin que nos dé tiempo a quitarle el plástico o sin haber sacado la bandeja del reproductor, ya tiene que ser una obra maestra. Caemos mucho en eso, lo reconozco, pero esta vez no nos hemos equivocado tampoco. Dylan es un artista que ahora sí ha alcanzado la coherencia. Siempre fue genio, pero muchas veces fue más figura. Ahora se ha encontrado a sí mismo y no va a hablar por hablar.

 

Comfort of Strangers, Beth Orton (7/10)

Comfort of Strangers, Beth Orton (7/10) En su sexto trabajo, Beth Orton decide quitarse los adornos cercanos a la electrónica y recurre a la producción de Jim O'Rourke -Wilco, Sonic Youth- para dejar canciones con un nítido sonido. Su voz de adolescente romántica atormentada recobra el protagonismo que perdía en algunas fases de Central Reservation o Trailer Park -sin duda, sus dos mejores discos-. Se enfrenta desde la desnudez a canciones como Worms, en la que además de ella, suena su piano, un bajo y una batería. Nada más, no vaya a ser que le echemos sal al café. También colabora M. Ward en algunas composiciones.

Una gran noticia que Beth Orton haya publicado algo después de sacar hace tres años un disco de caras B de Daybreak. Además, esta chica ha cambiado. Mantiene esa aureola de timidez y bohemia, pero ha dado a conocer su propia personalidad al librarse de todo lo que distraía en sus anteriores trabajos -canciones que se perdían en un laberinto de loops y programaciones-.

To Find Me Gone, Vetiver (6/10)

<i>To Find Me Gone</i>, Vetiver (6/10)

Segunda entrega del proyecto paralelo de Devendra Banhart -junto con Andy Cabic-, el cantautor que abandera el movimiento freak folk. To Find Me Gone sienta al oyente en una hamaca del porche de una casa en medio de las montañas. Protagonismo total de guitarras acústicas y acompañamiento totalmente secundario para canciones concebidas desde la simplicidad e interpretadas sin mayor ambición que la de tocarlas. Este disco sigue el mismo camino que el anterior, pero también alarga los tentáculos hasta tocar algunos temas de rock lento, pero suave -You May Be Blue-, y piezas más alegres cercanas a un pop deliciosamente ingenuo -Won't Be Me-. Todo ello, aderezado con oportunas apariciones de cuerdas o una batería acariciada más que percutida.   

No han tirado la casa por la ventana para grabar este disco. Con una producción más bien austera, han conseguido una atmósfera envolvente que hace de To Find Me Gone un disco que tenga que ser escuchado como una tarea aparte para ser disfrutado en su máxima expresión.

Return To Cookie Mountain, TV On The Radio (5/10)

<i>Return To Cookie Mountain</i>, TV On The Radio (5/10) Un grupo que está en boca de todo el mundo tiene que ser tratado con bastante cuidado. No todo lo que dice la gente tiene que ser bueno... Pero aquí tenemos que dar la razón a los que se han fijado en Return To Cookie Mountain como uno de los mejores discos de 2006. Sin llegar a ser un grupo de rock al uso, emplean el recurso de hacer cantar a cuatro personas a coro como si de un estadio se tratase, dándole a algunas canciones una auténtica sensación de himno -Province-. Si, además, David Bowie los apadrina y canta con ellos en algún tema, tenemos otro grupo que repite con éxito la fórmula del año anterior -Arcade Fire, aunque su disco fuera de 2004-. Si somos propensos a tener sarpullidos cuando escuchamos baterías de palo y programaciones, será mejor que nos armemos de valor, porque puede merecer la pena -o no, claro-.

Esta banda de freaks ha conseguido hacer un gran disco, aunque es posible que les cueste librarse de la sombra de David Bowie. Es, sin duda, el que se desmarca más radicalmente de todos los que hay en esta lista, pero no por ello hay que tener reservas a la hora de escucharlo. Toma muchos elementos de Arcade Fire, pero no hay que verlos como una copia de los canadienses. Son caminos parecidos, no por ello paralelos, pero es inevitable que alguna comparación surja cuando los escuchamos.

Alegato Meridional/Se ve que hay calidad, Grupo de Expertos Solynieve/La Cultural Solynieve (4/10)

<i>Alegato Meridional/Se ve que hay calidad</i>, Grupo de Expertos Solynieve/La Cultural Solynieve (4/10) Bajo los pseudónimos de Aguirre Suárez y Montero Castillo, J. de Los Planetas y Manuel Ferrón, dan vida a un Grupo de Expertos Solynieve que exhibe un bello querer por el rock de Estados Unidos y la placentera manera de pasar la vida de lunes a domingo al sol, con la cartera siempre llena. Meses antes de que el LP apareciera, La Cultural Solynieve avisaba de sus intenciones con un EP de tres canciones -Se ve que hay calidad, 24 horas al día y Personalidad empírica-. Ya con el largo entre las manos y con otro estrambótico y nuevo nombre, se deslizan por una música hecha sin complicaciones, tranquila -Alegato meridional-, alguna versión -Ballad of Easy Rider, de The Byrds, como La balada de buscando mi destino, o la genial Déjame vivir con alegría, de Vainica Doble-, alegres piezas de cortijo -Claro y meridiano- y otros derivados de alguien que hace música por diversión.

Una pena que todo apunte a que el Grupo de Expertos Solynieve ya ha pasado a mejor vida. Los Planetas sacan disco el año en 2007 y no parece que J., poco dado a actuar, esté con ganas de girar con dos grupos distintos. Sin embargo, qué ganas de dar palmas y cantar con acento dejan el LP y el EP, cargados de letras cotidianas a la vez que irónicas, y guitarras claras y meridianas.

The Gun Album, The Minus Five (3/10)

<i>The Gun Album</i>, The Minus Five (3/10) Los productos derivados de Wilco -casi- siempre son de fiar. The Minus Five no podía fallar, además, por la razón de que gente de R.E.M. también está en el proyecto desde el disco de debut: Down With Wilco. Aquí no esperes encontrar a Michael Stipe o a Jeff Tweedy como protagonistas -éste ha estado este año girando en solitario, con Loose Fur y su Born Again in the USA, y con Golden Smog y Another Fine Day-. Los jefazos de dos de los mejores grupos del panorama actual del rock americano han pasado el testigo a sus segundos de abordo. Ahí aparece para tomar el mando Scott McCaughey, guitarrista de acompañamiento de R.E.M, Peter Buck, John Stirrat, bajista y miembro fundador de Wilco, y Glenn Kotche, el batería, entre otros.

Estos ‘clase media' se han descolgado con un gran álbum en el que rinden tributo al pop de toda la vida, a los estribillos sencillos y pegadizos heredados sin filtro de The Beatles, o al rock de andar por casa. Disco de fácil deglución y feliz digestión para todos los públicos, que merece una continuación y el asentamiento de un grupo hecho por diversión, para divertir y que divierte.

 

American Recordings V: A Hundred Highways, Johnny Cash (2/10)

<i>American Recordings V: A Hundred Highways</i>, Johnny Cash (2/10)

Consciente de que la mujer de negro le estaba esperando a la vuelta de la esquina para llevárselo, Johnny Cash tuvo que acelerar todo lo que pudo la grabación de American Recordings V: A Hundred Highways. Meses antes de su paso, su esposa, June Carter, hizo la última maleta. La sensación de estar ante sus postreras palabras -aunque sólo dos canciones sean suyas- oscurece el disco. John R. redime sus pecados con el hálito imperceptible de su voz, captado de nuevo por Rick Rubin, responsable de los American Recordings. Juntos pasaron los últimos meses, consolidando una relación que superaba lo meramente territorial. Cuenta el productor en las notas del libreto que tomó la Comunión por primera vez acompañando a Cash. Éste había visto que un hombre curó un cáncer con el sacramento diario... Pero a él no le funcionó.

Rick Rubin es un hombre raro. Muy raro. Prefiere tener la lengua quieta mientras deja a sus neuronas hacer el trabajo. Johnny Cash graba la voz -unas veces fuerte, otras casi apagándose- y toca la guitarra casi al unísono, mientras que después aparece la mano del que produjera a Beastie Boys para arroparlo todo con un suave aderezo -sólo guitarras y algún teclado-. El resultado es el testimonio de alguien que se despide con calma, sin tensiones, sin querer quitarse 40 años de un plumazo y morir con aspecto de tener 30.

Everything All The Time, Band of Horses (1/10)

<I>Everything All The Time</I>, Band of Horses (1/10) Esta banda de caballos de Seattle presenta su candidatura a grupo del año con Everything All The Time. Parece que no hay nada nuevo bajo el sol, pero cuando empieza a sonar la música, las canciones crean una atmósfera que tapa al molesto Lorenzo. La primera, The First Song, es una toda declaración de referencias: My Morning Jacket, The Flaming Lips, Arcade Fire... Es decir, unos que intentan retorcer el rock americano y otros que simplemente quieren ser la mejor banda de la historia -a ver qué tal su nuevo disco...-. Everything All The Time salta de techo en techo. La intensidad alcanza su tope en The Funeral, para acto seguido caer en el remanso de Part One y volver a subir con The Great Salt Lake. Y así en las diez canciones.

El disco es un soplo de aire fresco. Habrá a quien le parezca que coge un poco de aquí y otro de allá, y que no va más allá. Pero todo encaja a la perfección. Resulta genial en la primera escucha, en la segunda no se desmorona, en la tercera ya has localizado las mejores canciones y a partir de la cuarta no haces sino lo mismo que tras la toma de contacto: disfrutarlo. Música hecha por -otros que quieren parecer- extraterrestres para todos los públicos.

¡Despida 2006 conmigo!

Voy a poner fin al año bloguero con la prometida lista musical. Entre hoy y mañana voy a intentar colgar todos los posts que tengo pensados. Creo que Blogia sólo deja colgar diez artículos al día, así que tened paciencia, poco a poco irán apareciendo. Me pongo el disfraz de farfullero musical.

Notas previas

- Casi todo lo que escucho está hecho en Estados Unidos. Poco hay en la siguiente lista que no sea de allí. Entre los diez que he elegido, sólo hay uno británico y otro español.

- Eso no significa que no me guste música que se hace aquí.

- Seguro que me dejo un montón de discos. Me hubiera gustado escuchar muchos más... Pero ni tiempo ni pasta he tenido. Es más, seguro que no he escuchado más porque de los que voy a hablar han estado casi todo el día sonando entre mis orejas.

- Sí, me he cerrado mucho. Casi todo lo que escucho es rock americano, alt-country o como lo queráis llamar.

- Los discos no están necesariamente en orden de preferencia.

- Aunque lo parezca, no pretendo sentar cátedra de nada. Recuerdo que sólo hablo de lo que me gusta -y de lo que no me gusta-. El hecho de que os recomiende algunas cosas en el blog es porque rara vez he dejado un disco o he dado buenas referencias de algo y a la otra persona no le ha gustado -aunque suene ciertamente vanidoso esto-. También me pasa a mí con lo que me dejan o me recomiendan los demás.

- Cuando haya colgado los diez discos, pondré una lista de doce canciones que podéis regalar en navidad.

- Se agradecerán comentarios, siempre que no sean malintencionados o maleducados, cosa que rara vez ocurre aquí.